1.
y no esconde en el manto de la sombra
su torreado caudal !
Si la traducción que disponemos no nos engaña, estos versos, -desde luego traídos aquí forzadamente- de Baquilides podrían resumir la virtud activa proselitista de los coros dionisiacos en la Grecia arcaica: un colectivo místico público, -o social- que llamaba muchísimo la atención de los demás hasta el punto que la cosa terminó -mucho más tarde- "emplazándose" en los anfiteatros monumentales. Y esto abonaría aquello que el joven profesor Nietzsche repetía en uno de sus cursos:
" En otras épocas, el filósofo se presenta como un peregrino solitario y accidental marchando al azar a través del más hostil de los ambientes, o bien pasando inadvertido y sigiloso o bien abriéndose paso con los puños apretados. Solo entre los griegos no es accidental el filósofo. Cuando aparece, allá por los siglos VI y V antes de Cristo [siglos tercero y cuarto de Occidente] ... surge semejante a un noble heraldo que trajera el mismo propósito con el que había nacido en aquel mismo siglo la tragedia [como institución cívica orgánica y con una arquitectura acorde a los protocolos del negocio del entretenimiento de masas] y con el fin que nos sugiere los misterios órficos..." En este contexto la palabra γαύρος, -con esta progresión semántica- : arrogante; alegre, festivo; majestuoso, grave: es excelente en mostrar el propósito de sus estelas.
"El Tao de Occidente es esa extraña creatividad que nos devuelve al origen por la vía crítica. Entendiendo por vía critica la retroacción desde un problema hasta sus condiciones de posibilidad. De alguna manera, en Occidente, filosofía, arte y ciencia regeneran simbólicamente la no dualidad originaria... Es un proceso destructor de realismo ingenuo que aboca, simultáneamente, a la progresiva racionalidad del discurso y al origen místico." Salvador Paniker.